Texto sobre narrativa venezolana
De Gabriel Emán a Fernando Báez*
Por Luis Alonso Girgado
Continúa Thule Ediciones publicando sus exquisitos libros de reducido formato. Este del venezolano Gabriel Jiménez Emán, fecundísimo cultivador del micro relato con vanos títulos en su haber, es una exquisitez en azul: «El hombre de los pies perdidos» (2005), un título que es un acierto por lo que anuncia de sugestiva fantasía. Y continúan llegando los narradores venezolanos: a la reedición de los cuentos del maestro Uslar-Pietri hay que añadir las presencias de Ednodio Quintero, Fernando Báez, José Balza, Juan Carlos Méndez Guédez y el citado Jiménez Emán.
El micro relato, hoy tan de moda, requiere un dominio técnico que se logra a base de oficio y una fecunda capacidad imaginativa. Jiménez Emán parece poseer ambas claves y ello se patentiza en este amplio bloque de piezas narrativas que van de la línea y media a las tres o cuatro paginas. Un comienzo abrupto, un desarrollo ascensional y coherente del motivo de partida y un final de efecto, por el choque cortante y violento del remate con el resto todo del unitario conjunto, es aquí la fórmula constructiva de uso frecuente, aunque hay otra más sucinta y unitaria que se resuelve en epifanía, en paradoja, en corte súbito, en puro aserto reflexivo.
Un conjunto como este, microtextual, no es nunca unitario ni todas sus piezas alcanzan el logro ajustado y eficaz. Las conseguidas son las que nos sorprenden, las que golpean la imaginación, las resueltas en guiño que burla lo esperado y previsible. Los elementos que conforman los textos constituyen una amalgama en la que advertimos imaginarios fantásticos, cuentos populares, literatura fabulística, paráfrasis autoriales o textuales, humor negro, pesadillas oníricas y un largo etcétera. En fin, en el terreno de la expresión, el decir rápido y condensado, con avivado ritmo es exigencia casi inexcusable, lo que no impide que a veces el escritor se demore en el redondeo más preciso de la anécdota, en ciertos matices o en algunos vericuetos de la trama.
Pocos micro relatos perduran en la memoria de quien lee. En este libro de Jiménez Emán hay algunos memorables: Ambrose Bierce, Borges o Cervantes inspiran tres ciertamente conseguidos. Pero están otros aciertos: «Cena», «Un borracho», «Nietseknarf», «Los dientes de Raquel», «El hombre invisible», «El hombrespejo» y algunos más. En definitiva, un original y ameno —sorprendente— conjunto narrativo en el marco de una muy bella edición.
El venezolano Fernando Báez es un arabista con una importante trayectoria como investigador, ensayista y traductor. Su «Historia universal de la destrucción de libros» (2004) revela una inquietud que se extiende a las diversas manifestaciones del genocidio cultural que sufren países y civilizaciones y pueblos todavía hoy con no poca frecuencia. Como novelista, «El traductor de Cambridge» (Ed. Lengua de Trapo, 2005) es su primer título, un título que ni es ajeno al mundo árabe que el novelista conoce bien ni acredita su condición de neófito en un género: todo lo contrario, su dominio del buen contar —intenso, frío y calibrado con precisión— aliado a un registro expresivo culto, de amplio espectro intelectual, acerado en la reflexión, y en la interiorización de los personajes avalan a un escritor cuajado y a un novelista que se revela original, que asume riesgos y nos asoma a algunos de los más abismados elementos del desastre del imaginario de la posmodernidad, del horror y las perversiones de la mente en un texto que aborda el fenómeno del instinto destructor, aniquilador del ser humano desde varios ángulos y con atroz ejemplificación.
Inglaterra, Oxford, son escenarios de rigurosa tradición novelesca en materia de crímenes y a lo suyo vuelven en este que, previo pacto y convenio bien meditados (y con algún eco de suceso de prensa) se estipula entre un profesor de Oxford, traductor, argelino y sin fe, y una estudiante peruana. Los hechos que llevan a la perpetración del crimen serán reconstruidos «para que su muerte —la de Raquel— no tenga la última palabra» (pág.19) y para «contar la verdad».
El análisis de dos mentes dañadas dominadas por un vertiginoso desvarío, hipersensibles; de dos seres víctimas y herederos de traumas de origen familiar, y los sucesivos pasos de un proceso de relación marcado por la irracionalidad, por psicopatías de dominación y violencia, de fracaso y de agresividad, de venganza y desamparo y, en el caso el victimario, por un debate interno entre filosófico y ético son claves de una trama alucinante que es en definitiva la crónica de una absoluto naufragio existencial y mental con un final de auto destrucción en la órbita del sadomasoquismo; un territorio muy explorado por el cine y la novelística anglosajones.
El mundo de Internet y de los cibercafés con su acceso sin límites a la información, el racismo que pesa sobre los inmigrantes en Inglaterra, las virulentas confrontaciones del mundo árabe con occidente y la devastación cultural en Irak con la rapiña y quema de libros en la Biblioteca Nacional de Bagdad son otros tantos elementos de la trama de «El traductor de Cambridge», novela en la que la muerte es fascinación y obsesión; en la que el ser humano, la civilización y la vida son elementos de una relación destructiva y en la que se nos invita al descenso a más de un infierno personal y a una aterradora dialéctica del alcance de los actos, las relaciones y los sentimientos humanos.
Seductora, original, atrevida esta novela de un Fernando Báez imbuido de modernidad y de literatura, novelista de la imaginación intelectual y de peligrosos laberintos del psiquismo obsesivo y destructor. Cada revelación —y hay bastantes— es un impacto que el lector acusa. Sin duda.
NOTA
* Publicado en «Nordesia», Diario de Ferrol, 28 de mayo de 2006
ENLACE:
http://cvc.cervantes.es/el_rinconete/anteriores/diciembre_06/11122006_01.htm
Por Luis Alonso Girgado
Continúa Thule Ediciones publicando sus exquisitos libros de reducido formato. Este del venezolano Gabriel Jiménez Emán, fecundísimo cultivador del micro relato con vanos títulos en su haber, es una exquisitez en azul: «El hombre de los pies perdidos» (2005), un título que es un acierto por lo que anuncia de sugestiva fantasía. Y continúan llegando los narradores venezolanos: a la reedición de los cuentos del maestro Uslar-Pietri hay que añadir las presencias de Ednodio Quintero, Fernando Báez, José Balza, Juan Carlos Méndez Guédez y el citado Jiménez Emán.
El micro relato, hoy tan de moda, requiere un dominio técnico que se logra a base de oficio y una fecunda capacidad imaginativa. Jiménez Emán parece poseer ambas claves y ello se patentiza en este amplio bloque de piezas narrativas que van de la línea y media a las tres o cuatro paginas. Un comienzo abrupto, un desarrollo ascensional y coherente del motivo de partida y un final de efecto, por el choque cortante y violento del remate con el resto todo del unitario conjunto, es aquí la fórmula constructiva de uso frecuente, aunque hay otra más sucinta y unitaria que se resuelve en epifanía, en paradoja, en corte súbito, en puro aserto reflexivo.
Un conjunto como este, microtextual, no es nunca unitario ni todas sus piezas alcanzan el logro ajustado y eficaz. Las conseguidas son las que nos sorprenden, las que golpean la imaginación, las resueltas en guiño que burla lo esperado y previsible. Los elementos que conforman los textos constituyen una amalgama en la que advertimos imaginarios fantásticos, cuentos populares, literatura fabulística, paráfrasis autoriales o textuales, humor negro, pesadillas oníricas y un largo etcétera. En fin, en el terreno de la expresión, el decir rápido y condensado, con avivado ritmo es exigencia casi inexcusable, lo que no impide que a veces el escritor se demore en el redondeo más preciso de la anécdota, en ciertos matices o en algunos vericuetos de la trama.
Pocos micro relatos perduran en la memoria de quien lee. En este libro de Jiménez Emán hay algunos memorables: Ambrose Bierce, Borges o Cervantes inspiran tres ciertamente conseguidos. Pero están otros aciertos: «Cena», «Un borracho», «Nietseknarf», «Los dientes de Raquel», «El hombre invisible», «El hombrespejo» y algunos más. En definitiva, un original y ameno —sorprendente— conjunto narrativo en el marco de una muy bella edición.
El venezolano Fernando Báez es un arabista con una importante trayectoria como investigador, ensayista y traductor. Su «Historia universal de la destrucción de libros» (2004) revela una inquietud que se extiende a las diversas manifestaciones del genocidio cultural que sufren países y civilizaciones y pueblos todavía hoy con no poca frecuencia. Como novelista, «El traductor de Cambridge» (Ed. Lengua de Trapo, 2005) es su primer título, un título que ni es ajeno al mundo árabe que el novelista conoce bien ni acredita su condición de neófito en un género: todo lo contrario, su dominio del buen contar —intenso, frío y calibrado con precisión— aliado a un registro expresivo culto, de amplio espectro intelectual, acerado en la reflexión, y en la interiorización de los personajes avalan a un escritor cuajado y a un novelista que se revela original, que asume riesgos y nos asoma a algunos de los más abismados elementos del desastre del imaginario de la posmodernidad, del horror y las perversiones de la mente en un texto que aborda el fenómeno del instinto destructor, aniquilador del ser humano desde varios ángulos y con atroz ejemplificación.
Inglaterra, Oxford, son escenarios de rigurosa tradición novelesca en materia de crímenes y a lo suyo vuelven en este que, previo pacto y convenio bien meditados (y con algún eco de suceso de prensa) se estipula entre un profesor de Oxford, traductor, argelino y sin fe, y una estudiante peruana. Los hechos que llevan a la perpetración del crimen serán reconstruidos «para que su muerte —la de Raquel— no tenga la última palabra» (pág.19) y para «contar la verdad».
El análisis de dos mentes dañadas dominadas por un vertiginoso desvarío, hipersensibles; de dos seres víctimas y herederos de traumas de origen familiar, y los sucesivos pasos de un proceso de relación marcado por la irracionalidad, por psicopatías de dominación y violencia, de fracaso y de agresividad, de venganza y desamparo y, en el caso el victimario, por un debate interno entre filosófico y ético son claves de una trama alucinante que es en definitiva la crónica de una absoluto naufragio existencial y mental con un final de auto destrucción en la órbita del sadomasoquismo; un territorio muy explorado por el cine y la novelística anglosajones.
El mundo de Internet y de los cibercafés con su acceso sin límites a la información, el racismo que pesa sobre los inmigrantes en Inglaterra, las virulentas confrontaciones del mundo árabe con occidente y la devastación cultural en Irak con la rapiña y quema de libros en la Biblioteca Nacional de Bagdad son otros tantos elementos de la trama de «El traductor de Cambridge», novela en la que la muerte es fascinación y obsesión; en la que el ser humano, la civilización y la vida son elementos de una relación destructiva y en la que se nos invita al descenso a más de un infierno personal y a una aterradora dialéctica del alcance de los actos, las relaciones y los sentimientos humanos.
Seductora, original, atrevida esta novela de un Fernando Báez imbuido de modernidad y de literatura, novelista de la imaginación intelectual y de peligrosos laberintos del psiquismo obsesivo y destructor. Cada revelación —y hay bastantes— es un impacto que el lector acusa. Sin duda.
NOTA
* Publicado en «Nordesia», Diario de Ferrol, 28 de mayo de 2006
ENLACE:
http://cvc.cervantes.es/el_rinconete/anteriores/diciembre_06/11122006_01.htm
Comments
un buen momento para la literatura venezolana!
Humberto, Maturin